Un restaurante “mítico” de Barcelona ampliaba su superficie para mejorar su funcionalidad y ofrecer a sus clientes mejores servicios. Aprovechando la ocasión se decidió cambiar de imagen, sin perder el carácter un poco kitsch que lo definía, y adaptarlo a las nuevas normativas. Siendo un restaurante de uso nocturno y con oferta de espectáculos de entretenimiento, se tomaron como inspiración los cabarets, los antiguos teatros y hasta los burdeles. La forma alargada del local, típico del ensanche barcelonés, se prestaba a distribuir las mesas en dos hileras laterales creando un pasillo central que evocaba las pasarelas de moda. Todo eso para crear un atmosfera fascinante y envolvente donde el cliente se transformara en espectador y protagonista y donde los sentidos se juntaran y, con la complacencia del gusto que compartía su protagonismo, se exaltaran entre si.
EL PROYECTO
A parte de la reforma técnica de todas las instalaciones, el proyecto se centro en la creación de los espacios de servicio como office, wc para clientes y personal, camerinos, almacenes, la redistribución de la sala de comensales y la decoración. Se enfatizó el pasillo-pasarela central como escenario: ahora para los artistas y sus números, ahora para el personal y la comida, ahora, también, para los clientes, que en sus movimientos, por ejemplo para ir al servicio, se encontrian en el centro de escena. Al fondo, antes de entrar en el office y la cocina, se puso una tarima fija, con posibilidad de ampliación, para crear un verdadero escenario donde centrar los focos y llamar la atención del público. Por un lado de este escenario se puso la entrada a los baños que compartían pasillo con la entrada a los camerinos, así que el publico-cliente tuviera la impresión de meterse entre bambalinas. De hecho la decoración de los servicios estaba inspirada a los camerinos de artistas, con puertas doradas y espejos rodeados de bombillas. El comedor se decoró con cortinas de dibujos barrocos y se tapizaron los asientos con la misma tela pero en colores distintos. En la entrada, donde se sitúaria la barra, se definieron dos pequeños espacios, con sillones y mesitas, pensados para tomar un coctel o simplemente para sentarse a charlar en petit comité. Desde el techo de este espacio, una araña de cristales de colores, con forma de araña, dominaría amenazante y daría la bienvenida al público, advirtiéndolo de que aquí todo puedria pasar y que no siempre las cosas serian lo que parecen.